EL desasosiego del Lunes
- Lo supieron los clásicos. Intentar calmar los deseos mediante la posesión es tratar de apagar un fuego echando paja, escribió Pitágoras. Porque los deseos, más cuanto más vanos, son insaciables, y lo que los adormece se compra en el fondo a costa del alma. No choca que Homero se propusiera "marchar desnudo al campo de quienes nada desean". Son los mediocres mercachifles los que sugieren avideces para basar en ellas su dominio. Es sabido que no hay nadie que no sienta más deseos que necesidades, y más necesidades que satisfacciones. De ahí la impaciencia que nos destroza y nos invalida. Se quiere todo y ya, sin respetar el verdadero camino y el ritmo de lo que se quiere. Se ha trizado el lógico devenir de los alimentos, de las emociones, de la naturaleza de las cosas. El amor de melón y tajada en mano; por ejemplo, es mentira porque no le da tiempo a la ternura. Llegar al postre recién tomado el aperitivo, y aun sin aperitivo, estraga el paladar y desconcierta el estómago.
Tal fue el lamento de Quevedo:
"Perdí, con el desprecio y la pobreza, / la paz y el ocio; el sueño, amedrentado, / se fue en esclavitud de la riqueza. / Quedé en poder del oro y del cuidado, / sin ver cuán liberal Naturaleza / da lo que basta al seso no turbado".
Imagen del Blog de Harmony House
Texto de ANTONIO GALA.
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